lunes, 25 de abril de 2011

El paganismo en México

Este texto me parecio muy interesante leer, y creo que servira mucho esta tomado de PAGAN FEDERATION (MÉXICO) 


Hablar de “Paganismo” en México es hablar de la fusión de lo antiguo con lo moderno, de las justificaciones políticas y las necesidades sociales, de los cambios generacionales y de la globalización.
Si tomamos al paganismo en su acepción más común y general, en donde se incluyen todos aquellos cultos diferentes al católico, nos encontramos con una gran variedad de creencias regionales que en muchos lugares tienen predominancia tanto en número como en importancia. Así podemos ver que en dichas comunidades el chaman, santero, curandera, partera, etcétera cumplen con papeles muy específicos y de suma importancia dentro del grupo social, además de que están clasificados según su origen, genealogía, sexo o “cualidades”.
María Teresa Sepúlveda en su libro “La Medicina entre los Purépecha Prehispánico (UNAM, 1989) señala:
                          “Entre los aztecas, López Austin, menciona que existían cerca de
cuarenta clases de brujos, magos y hechiceros, poseedores de
técnicas propias cada uno. Entre ellos estaban los tlacatecolo,
hombres-buho de costumbres nocturnas, y los nahuales, hombres de
personalidad ambivalente (buenos y malos), que tenían el poder
de transformarse en otro ser: animal, centella o cometa”.
Se trata de seres que pueden causar varias enfermedades del espíritu que repercuten en el cuerpo físico como el mal de ojo y la locura o esquizofrenia. Pero si bien estos se dedican en su totalidad a la práctica de la hechicería, los hay dedicados a cumplir devotamente con una función distinguida entre los grupos sociales más complejos: los sacerdotes.
El sacerdote o sacerdotisa cumple con la función del mago o la bruja en la literatura medieval, su papel es el de llevar el equilibrio del mundo de los dioses o espiritual, al mundo de los hombres. Y es por esto que se le considera indispensable en el continuo diario de la sociedad, ya que si este equilibrio no se logra conseguir, se corre el riesgo de que todo el sistema colapse, peligro que no podía correrse en grupos que dependían de las más mínima variación en los ciclos para desaparecer de la faz de la tierra.
El mago o curandero tenía pues la responsabilidad de impartir la justicia adecuada para que esto sucediera, de ahí el respeto que se le debía como intermediario entre las decisiones de los dioses y las de los humanos. Estaba encargado de vigilar que todas las ofrendas, fiestas y sacrificios se hicieran en el tiempo y forma correctos, de asegurarse de que no hubiera problemas internos en el grupo que pudieran sacudir los cimientos de la sociedad.
Pero, desde un punto de vista antropológico y sociológico, eran los personajes clave para asegurar la estabilidad social del pueblo y mediar entre las decisiones de la clase gobernante, no siempre populares, y el acatamiento de la mayoría.
No es de extrañar entonces que en la mayoría de las etnias del planeta que aún sobreviven se haya mantenido tan férreamente un respeto especial por estos personajes, sin mencionar una similitud de tareas y deberes impresionante.
Podemos comparar descripciones de los cronistas españoles que vinieron con la conquista y relatos de historiadores romanos en cuanto a los druidas o sacerdotes y ver que en esencia su papel en el círculo social y religioso particularmente similar.
Es así que la casta sacerdotal se mantiene como un vínculo necesario para que el eje de la sociedad se mantenga funcionando correctamente, pero esta pequeña y a la vez poderosa élite no duraría para siempre. Debido a las intervenciones que sufrieron las culturas originarias en todo el mundo, la mayoría de las veces sus escritos y ritos fueron quemados, olvidados y en el mejor de los casos, transformados.
En México, el paganismo sobrevivió en la forma de antiguos códices que recogían la sabiduría compartida por los pueblos que formaban Mesoamérica. En el caso del Norte, perduró en gran parte debido a la fuerte tradición oral que mantenían estos pueblos, debido a que en su mayoría eran nómadas o semi nómadas, lo cual obligaba a cargar pocas cosas consigo.
Otro de los factores que ayudó a que perduraran estos conocimientos antiguos fueron las detalladas crónicas que religiosos como Fray Bartolomé de las Casas, Fray Toribio de Benavente o Fray Bernardino de Sahún hicieron del mundo indígena, sobre todo del religioso, del cual quisieron investigar a fondo para saber cómo poder introducir mejor su propia palabra.
Y por último tenemos a la tradición que permaneció oculta en las personas y los pueblos apartados de la civilización y del torbellino de la conquista. Esta se encuentra comúnmente en forma de rituales mestizos, con una mezcla de ritos paganos e imágenes de la Virgen de Guadalupe o los santos católicos. Sin embargo, muchas de las danzas que se practican hoy en México, mantienen el simbolismo religioso que llevaban antes de la unión de razas.
Ahora bien, ¿que hay del Neopaganismo?
Como todos sabemos, la década de los 60 y 70’s dejó su huella imborrable en muchos países que tuvieron movimientos políticos y sociales importantes. En Estados Unidos de Norteamérica fueron las protestas contra la guerra en Vietnam y el movimiento Hippie que hizo popular en occidente el enorme e inexplorado bagaje religioso oriental. No podemos olvidar que todo aquel personaje que se respetara tenía su gurú personal y había ido al menos una vez a la India.
En México sucedió lo mismo, quizás por la cercanía geográfica e informativa que tenemos con aquel país.
La matanza de Tlatelolco fue nuestro Vietnam, Avándaro nuestro Woodstock.
Sin embargo, nosotros no fijamos la vista fuera de nuestro país, sino hacia nuestras raíces. Los movimientos sociales se mezclaron tanto con lo que llamaremos “mexicanidad”(qué mejor ejemplo que el enorme éxito de “Regina”) que esta se separó de forma importante en dos ramas. La primera mantuvo las tradiciones y la dignidad hacia su gente y sus raíces, le fue fiel a sus antepasados y a su conocimiento. La segunda, lamentablemente, obedeció a intereses políticos menos nobles, como eran las campañas presidenciales y el avalar a políticos corruptos que solo daban limosnas al pueblo. Pero más allá de la corrupción que llega a todos los niveles y como vemos, hasta al espiritual, se encuentra todo un grupo de personas al rescate de las tradiciones antiguas, de sus lugares sagrados y de los códigos de honor que tenían sus antepasados.
Ese es el neopaganismo que hay hoy en México, y entre ellos se encuentran grupos tan diversos como danzantes, grupos de mexicanidad (en general), de sanación, y por supuesto, la Wicca. Todos somos paganos en el sentido estricto de la palabra, somos personas del campo (aunque vivamos en las ciudades) y nuestras creencias se basan en el respeto a la Madre Naturaleza y a los demás seres que conviven con nosotros en este planeta. Tenemos un código de honor que nos impide actuar con maldad, pero no por ello, dejar de ser justos y creemos en el enorme poder de la energía que nos conforma.
Pero la situación actual para los paganos aún es precaria. Somos un grupo en pleno crecimiento y aunque no somos perseguidos por ninguna ley, estas tampoco nos favorecen. Las leyes religiosas en este país están hechas por y para grupos con las mismas características que las de la institución católica. No hay referencia al uso de áreas naturales para los cultos ancestrales o étnicos y no se pueden registrar asociaciones civiles con motivos filosóficos o religiosos. Tenemos muchas batallas que ganar aún, no podemos dormirnos en nuestros laureles solo porque tenemos libertad o porque ya no somos quemados.
La primera impresión que tiene la gente cuando mencionamos nuestra religión es la de pensar que somos hechiceras dispuestas a hacer en cualquier momento un buen amarre o que participamos en sesiones espiritistas con una ouija. Esto tiene que desaparecer, pero claramente no será de la noche a la mañana y nos exigirá un arduo trabajo de re-educación y de difusión de nuestras prácticas (ojo, no confundir con divulgación de los secretos como muchos creen). Mientras más personas sepan que esto es sano y que se relaciona con la naturaleza, seremos respetados y valorados como lo fueron nuestros antepasados alguna vez.
Y esta tarea no la llevamos solos, necesita realizarse conjuntamente y generar primero entre nosotros la tolerancia necesaria para hacérsela entender a los demás: si dejamos ver nuestras divisiones, entonces será más fácil para los otros convencer a la gente de que no merecemos nuestro lugar en la sociedad. La tolerancia, es pues, la palabra clave en esta lucha, la bandera que debemos llevar bien a la vista para que no se nos olvide. Debemos entender que no por haber permanecido callados por leyes absurdas durante años, ahora podemos criticar y desprestigiar a los demás. Esta lucha no es solo por exigir reconocimiento y respeto de la sociedad, sino por volverla un lugar mejor donde nuestros hijos puedan crecer, expresarse y practicar en libertad.
¿De qué nos serviría convertirnos en lo mismo de aquello que combatimos? ¿De qué nos serviría utilizar sus mismos métodos de “publicidad” y “represión? El planeta está pidiendo a gritos un cambio desde lo profundo, está en nosotros hacer que ese cambio nos lleve al equilibrio y no al otro lado de la balanza.
Como vemos, el paganismo en nuestro país es pues una realidad, que aunque a muchos aún molesta, a otros nos hace regocijarnos con sus colores y tradiciones, con sus cantos y peregrinaciones, pero sobre todo, con la idea de que algún día las personas serán verdaderamente libres sin necesidad de violencia, ese es el trabajo que tenemos que empezar y dos palabras son clave para ello: la tolerancia y el amor.

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